Los inmigrantes europeos, huyendo de la miseria y el hambre, se embarcaban en naves como latas de sardinas buscando oportunidades en el nuevo continente. Sus dioses y creencias, con excepción del cristiano, parece ser que no soportaron la travesía y perecieron en el mar. Leprechauns, trolls, meigas y otros dioses, semidioses o espíritus se quedaron en el viejo continente.

No obstante, el nuevo continente ya estaba lleno de mitos y leyendas creadas y transmitidas por los pueblos aborígenes. Algunas se mezclaron con las de los nuevos inmigrantes y otras simplemente desaparecieron o forman parte de una nota al pie de un manuscrito de algún cronista.

Si quieres estar protegido en esta parte del mundo deberás acudir a sus dioses locales. Yo me intenté proteger con los dioses patagónicos y me fue bien hasta mi SURY desapareció de manera inexplicable en la selva amazónica. Posiblemente los dioses de los árboles no soportaban la protección que tenía sobre mí y se la tragaron.
En las minas del Potosí tuve una segunda oportunidad. Cuando estábamos allí unos mineros encontraron una veta de especial calidad. Un buen augurio del que nos quisieron hacer partícipes. La primera piedra de la veta trae fortuna a aquellos que creen en ella. Si montas un negocio la piedra debe descansar allí dónde lo ejerzas y lo protegerá trayendo suerte y beneficios.

En mi caso yo prefería la protección sobre la riqueza, pero no había elección. La protección en la Mina la otorga «El Tío». A diferencia de las minas asturianas dónde Santa Bárbara vela por la salud y bienestar de los trabajadores, en Bolivia, existe una deidad llamada “El Tío”. Es una mezcla de tradiciones ancestrales indígenas con el Diablo de la mitología cristiana. Dios habita en los cielos mientras que si quieres protección en el subsuelo deberás acudir al dios del inframundo, en el Potosí este dios es “El Tío”.

Ningún minero entrará a la mina sin realizar algún tipo de ofrenda ya que al igual que trae protección también causará destrucción y ruina a aquellos que osen entrar en sus dominios sin pagar las ofrendas.

Yo pagué mi ofrenda y salí sano de allí con mi nuevo amuleto. Pasé mucho tiempo pegado a esa piedra como lo había estado a mi amuleto anterior sólo el tiempo sabrá si los dioses de las profundidades tienen su influencia en los negocios a cielo abierto.
Spoiler: si algún día vuelvo a montar un nuevo negocio tendré que volver a Potosí porque los dioses del mar se tragaron mi amuleto.
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